En Costa Ayala, barrio costero situado al noroeste de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, hay un edificio nuevo en forma de cuña, de unas 28 viviendas y una ´plaza´ en su interior, un patio de manzana. La manzana, cuya forma es triangular está delimitada por una estrecha acera, suficiente para que camine una persona e insuficiente para dos, con carrito de bebé o silla de ruedas o con perro o... Está rodeada por tres vías de tráfico continuo.
La plaza-patio existe por ser el vacío generador del lleno de las viviendas y todas la miran, pero ninguna la toca. El simple de acto de salir de su casa y estar inmediatamente allí no es posible, ya que para llegar a ella tienen que salir por la parte de atrás, que da a la acera.
¿Qué hacen sus habitantes? Entran y salen de sus casa por la acera trasera a la plaza. Al salir, suelen ir directamente a su coche, si se encuentran algún vecino en la acera ésta es insuficiente para pararse a charlar, y la plaza está muy lejos, con lo cual se saludan levemente y siguen su camino individual, el espacio de relación es esa franja estrecha, insuficiente para que fragüe.
¿Qué ocurre en la plaza-patio? Nada. Nadie la pisa, ni siquiera utilizan el espacio que la conforma, sus paredes, las de sus casas para relacionarse. Además su diseño es excluyente, si vas a ella no hay un lugar para sentarte, ni papeleras, ni zonas de juego, hay una jardinera enorme que sólo puedes rodear. No hay ventanas abiertas, no hay ropa tendida, no hay vida.
Silencio frío e inhóspito.
Es un lugar anacrónico, banal y a la vez es una gráfica y aplastadora metáfora de lo que es Costa Ayala, un barrio marinero cuya urbanización ha hecho que esté de espaldas al mar, y de Las Palmas, ciudad costera que sufre lo mismo. Territorios naturalmente superdotados y actualmente ajenos a si mismos, colonizados por la urbanización producto de la economía de mercado, por la individualización automovilizada y ex-intra-inter-solidaria…
Míralo
Llaman mi atención las puertas de los minibalcones que se quieren tocar de una vivienda a otra. Puertas frustrantes.
Y Los ventanucos, pequeños ojos que parecen mirar al infinito, no a su plaza.
¿Y tú qué harías?
Yo le pondría puertas a la plaza-patio, puertas liberadoras de los deseos generados en las puertas de arriba. Por ahora no te asustes, pintándolas!
Serían puertas abiertas realizadas con pintura, graffiti, fotografía,… que nos lleven a los mundos imaginados por los habitantes de sus paredes.
¿Para qué?
Ufff! Tiene un montón de ventajas. Como abrirle los ojos a los habitantes de esa manzana, así pueden ver sus casas más bonitas o quizás ver más allá de esas puertas y reflexionar sobre cómo sería poder usar este espacio domésticamente, desde la puerta de su casa, con bancos, con sombras, con un huertito, con flores,… relacionarse con sus vecinos, que sus niños la accedan sin temer por sus vidas si salen corriendo de casa, que puedan salir corriendo de casa!.
Quizás se unan para pedir que se abran las puertas…